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Día Mundial de la Salud: programas de ejercicio físico como política costo-efectiva y sostenible



DÍA MUNDIAL DE LA SALUD: PROGRAMAS DE EJERCICIO FÍSICO COMO POLÍTICA COSTO-EFECTIVA Y SOSTENIBLE


En el Día Mundial de la Salud queremos recordar que la costo-efectividad de los programas de ejercicio físico en el ámbito sociosanitario no solo está relacionada con la práctica físico-deportiva en sí, sino también con la intervención de las personas profesionales prestadoras de los servicios, educadoras y educadores físico deportivos. Lee el artículo y explora las evidencias.

Mantener un estado óptimo de salud de forma ineludible, dadas las evidencias científicas, está relacionado con la actividad física, e incluso su mejora está en conexión con la práctica de ejercicio físico. Es por esto que diversos estudios han explorado la relación de las intervenciones de ejercicio físico con la disminución de costes en Sanidad. ¿Son efectivos económicamente los programas de ejercicio físico orientado a la salud?

Ya en 1988 investigadores estadounidenses se planteaban esta pregunta, concluyendo en un estudio sobre las consecuencias sanitarias y económicas del ejercicio en la prevención de la enfermedad cardíaca coronaria que «el ejercicio produce ahorros económicos netos y reduce la morbilidad» (Hatziandreu et al., 1988).

En la prevención está claro que el ahorro económico es grande, ya que los altos niveles de inactividad física en muchos países están suponiendo una carga considerable para los presupuestos de atención médica. «Las estimaciones específicas por país de los costos económicos atribuibles a la inactividad física oscilan entre el 1,2% y el 2,5% del gasto total anual en salud» (Katzmarzyk, 2011). Además de esto, los países de la OCDE gastamos aproximadamente un 8,4% de nuestro presupuesto sanitario en proporcionar tratamiento para las enfermedades relacionadas con el sobrepeso (OECD, 2019), cuya relación con el gasto calórico, y en concreto con los niveles de actividad física, ha sido evidenciada.

El informe ‘Actividad física y prevalencia de patologías en la población española’ (Aragonés, Fernández y Ley, 2016) sentenciaba que «el coste de la inactividad física relacionado con la productividad laboral, turismo, crimen, educación, o problemas de salud mental, se ha estimado en unos 5.000 millones de € en España y algunos estudios calculan en 2.500 millones de € anuales las pérdidas solo en el ámbito laboral». En palabras del Equipo académico del International Research Center on Organizations, (IRCO, 2014), «1 euro invertido de forma exclusiva en promoción deportiva produce un ahorro aproximado de 50 euros en gastos sanitarios acumulados durante 15 años».

Sánchez Oliver y colaboradores concluyeron en un estudio publicado en 2018 que, en España, «el costo económico es mucho mayor en el grupo de muestra con baja actividad física, con un aumento a partir de los 35 años y valores máximos a los 55-59 años».

Pero cuando concurre una enfermedad para la que existe evidencia científica de que el ejercicio físico puede ser coadyudante al tratamiento, también existe ese ahorro monetario. Fiuza-Luces, Garatachea, Berger y Lucía en 2013 ya dijeron que «los beneficios del ejercicio pueden superar los de los medicamentos comunes cuando se considera que la práctica del ejercicio combina efectos preventivos y multisistémicos con pequeñas consecuencias adversas y a un costo menor».

Cuando se implementa ejercicio físico, además hay que tener en cuenta que el porcentaje de mejora también repercutirá sobre el coste sanitario a medio-largo plazo. Por eso, se debe reparar en que no todo el ejercicio físico es igual de efectivo. Traemos aquí el ejemplo que el Dr. D. Ignacio Ara, asesor del Consejo COLEF, expuso en la XII Convención NAOS, celebrada en el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social. En personas mayores los porcentajes de mejora en los indicadores de fragilidad dependían en gran medida del formato del programa y de la forma de implementación del mismo:

  • Recomendaciones generales realizadas por el médico y llevadas a cabo por la persona sin supervisión directa de un profesional, realizando el programa de forma autónoma, y en casa: la media de mejora de las personas participantes fue del +2,9%.

  • Programa Diseñado por un/a educador/a físico deportivo/a (EFD), pero realizado de forma autónoma por las personas: +5,7%.

  • Programa Diseñado por un EFD, realizado en el hospital y supervisado por un sanitario: +16,2%.

  • Programa Diseñado por un EFD, realizado en el hospital y personalizado e individualizado para cada persona por un EFD: +32,7%.

Murphy y colaboradores (2012) demostraron la efectividad y rentabilidad del ‘Plan Nacional de Derivación de Ejercicio Físico de Gales’, implementado por profesionales cualificados del ejercicio, alcanzando un ahorro de 367 libras esterlinas por año de vida ajustado por calidad para cada persona que había participado completamente en un programa de 16 semanas.

Otra investigación realizada en Australia en relación con un programa implementado durante 3 meses, obtuvo como resultado que, en el grupo de intervención presencial implementada por educadoras y educadores físico deportivos, los cambios en el estilo de vida permanecían durante los 12 meses posteriores, lo que suponía un ahorro de 245 dólares australianos por persona participante (Ewald y cols., 2018).

Pearce y Longhurst (2021) concluyeron en una revisión publicada recientemente que «La carga total de por vida de los ahorros por enfermedad en las intervenciones de ejercicio en personas con enfermedad cardiovascular, enfermedad mental y diabetes tipo II por parte de fisiólogos del ejercicio [educadoras y educadores físico deportivos] es sustancialmente más alta que el costo de los programas de intervención que ofrecen».

Y es que, en definitiva, la costo-efectividad no solo está relacionada con la práctica físico-deportiva en sí, sino también con la intervención de las personas profesionales prestadoras de los servicios, educadoras y educadores físico deportivos

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