DÍA MUNDIAL DE LA ESCLEROSIS MÚLTIPLE: EL EJERCICIO FÍSICO COMO HERRAMIENTA PARA MEJORAR LA CALIDAD DE VIDA
Día Mundial de la Esclerosis Múltiple: Para las personas con EM, “la actividad física aparece como una medida segura y factible para mantener o mejorar la fuerza, la resistencia aeróbica, el equilibrio, la coordinación, y la movilidad. Así, individualizar y supervisar un programa de entrenamiento podría mejorar la condición física, la capacidad funcional y la calidad de vida, así como las discapacidades modificables”. Por David Suárez.
En el Día Mundial de la Esclerosis Múltiple el Consejo General de la Educación Física y Deportiva resalta que existe evidencia consistente sobre la importancia del ejercicio físico en personas con esta enfermedad, destacando la labor de los/as educadores/as físico deportivos/as para un entrenamiento integral en las diferentes etapas de ésta con el objetivo de mejorar la calidad de vida de estas personas.
Por el Dr. David Suárez Iglesias, col. 59.832, miembro del Comité de educación físico deportiva en el ámbito sociosanitario del Consejo COLEF, docente e investigador en la Universidad de León.
La esclerosis múltiple (EM) es una condición compleja caracterizada por una inflamación del sistema nervioso central, causando la pérdida axonal o neuronal, la desmielinización y la gliosis astrocítica. La mielina que rodea y protege los nervios del cerebro, los nervios ópticos y la médula espinal se destruye y se reemplaza con tejido cicatrizante. Estas cicatrices o placas, llamadas lesiones o esclerosis, interrumpen la transmisión de los impulsos hacia y desde el cerebro [1]. Se trata de uno de los trastornos neurológicos más comunes globalmente, al estimarse que sobre 2,3 millones de personas viven con EM. En numerosos países es la mayor causa de discapacidad neurológica no traumática en adultos jóvenes [2], se suele diagnosticar entre los 20 y 50 años de edad y su prevalencia predomina en mujeres y en el hemisferio norte [3]. El curso de la discapacidad no se puede pronosticar y su presentación clínica puede variar ampliamente entre individuos, sin que exista una cura definitiva para la EM [4]. Los síntomas únicos de cada individuo son el resultado del lugar donde se han formado las placas a medida que los impulsos nerviosos se bloquean o se retrasan en estos puntos y dan lugar a una pérdida sensorial y de control motor. Su actual manejo se enfoca en el tratamiento de las exacerbaciones, las terapias que modifican la enfermedad y las terapias sintomáticas [4]. Aunque éstas han sido exitosas en los pasados 25 años [5], el individuo con EM todavía experimenta un enorme impacto funcional, financiero y en la calidad de vida [1] debido a la discapacidad crónica.
Dentro de las estrategias terapéuticas no farmacológicas que controlen los síntomas y el desarrollo progresivo de la discapacidad a largo plazo, así como sus referidas consecuencias, la prescripción de ejercicio físico podría suponer una alternativa conductual integral en la población con EM [6,7]; sirviendo incluso en aquellos con discapacidad motora grave [8]. Comparados con las personas sanas, las personas con EM exhiben menor resistencia aeróbica, fuerza y resistencia muscular, retraso en el desarrollo de la tensión muscular, y deterioro del equilibrio [7]. Particularmente, la actividad física aparece como una medida segura y factible para mantener o mejorar la fuerza, la resistencia aeróbica, el equilibrio, la coordinación, y la movilidad [9]. Así, individualizar y supervisar un programa de entrenamiento podría mejorar la condición física, la capacidad funcional y la calidad de vida, así como las discapacidades modificables [10].
A la luz de sus efectos positivos, el ejercicio debería ser un eje central del cuidado y el manejo de las personas con EM [6]. Un reciente meta-análisis concluyó que el entrenamiento con ejercicios se asociaba con mejoras del 18% y del 10% en la condición física cardiorrespiratoria y muscular, respectivamente [11]. En este sentido, el entrenamiento aeróbico en personas con EM ha recibido mayor atención investigadora que el entrenamiento de fuerza. Así, se ha demostrado como la condición física cardiorrespiratoria afecta a la gravedad de la enfermedad [12], de modo que el entrenamiento con ejercicios aeróbicos de intensidad baja a moderada puede conllevar la mejora de la condición física aeróbica y la reducción de la fatiga en personas con EM que presentan discapacidad leve o moderada [10]. Por su parte, las intervenciones basadas en el entrenamiento de fuerza pretenden mejorar la debilidad muscular que experimentan una gran mayoría de personas con EM, y que afecta principalmente a las extremidades inferiores, aunque también a las extremidades superiores, el tronco y los músculos respiratorios [13]. Existe evidencia consistente en cuanto a la eficiencia del entrenamiento de fuerza para incrementar la fuerza muscular isométrica y dinámica, así como para mejorar la fatiga, pero apenas transfiere mejoras a la capacidad funcional y al equilibrio [14].
Para responder a estas necesidades del colectivo de personas con EM, los/as educadores/as físico deportivos/as aparecen como profesionales cualificados para desarrollar intervenciones basadas en la evidencia. En este sentido, podrían animar a los individuos con EM a continuar con sus rutinas sociales a través de un entrenamiento integral que fomente la participación en actividades acuáticas [15], caminar [16,17], entrenamiento de fuerza [18], o mejora del rango de movimiento articular [19]. Asimismo, los/as educadores/as físico deportivos/as deberían hacer hincapié en la importancia de la relajación [20], a través de prácticas como el yoga [21], la meditación [22] y el tai chi [23], para prevenir posibles trastornos mentales relacionados con la naturaleza crónica de la EM, desde una perspectiva recreativa e inclusiva. En etapas posteriores de la enfermedad, los/as educadores/as físico deportivos/as están capacitados para conducir ejercicios basados en silla, como Pilates [24], no solo para mejorar la salud física y mental, sino también para aliviar la presión que en última instancia contribuye a las úlceras de decúbito [25].
REFERENCIAS:
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